El día que me enamoré de las calas de piedra (fue en Mallorca)

Muchos de los amantes de los viajes, las playas y los mares interminables, entre los que me incluyo, solemos inclinarnos a las playas de arena, a la hora de elegir un destino paradisíaco.

Que la arena más blanca, que la arena más fina, que la arena que parece talco. Cómo cuándo estuvimos por Seychelles.

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Pues el otro día, cuándo llegamos a Mallorca, la mayor de las Baleares, muchos lectores nos aconsejaban la cala de acá, la cala de allá. Y que si es todo piedra mejor.

Nos resultó raro, pero en fin, lo probaremos dijimos.

Así que ni bien llegados, nos fuimos a pasear por nuestro barrio, Illetes, que es cerca pero no tanto de Palma de Mallorca.

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Siendo sinceros, es el único alojamiento que nos dio el bolsillo para pagar en esta temporada altísima. En toda la isla. Y la verdad, estaba muy bien, unos departamentos dependientes del Hotel Roc, a unos 162 euros la noche, vista al mar.

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Lo bueno, lejos del mundanal ruido, tranquilo, apacible, lindo ambiente. Lo malo, lejos del mundanal ruido.

Pero bueno, cómo les contábamos, salimos el primer día a pasear, y vimos mucha gente en la primera playa a la que llegamos:

Luego del Tweet, vimos que Illetes, no era Palma de Mallorca. En realidad pensamos que era parte de las afueras, como un Gran Buenos Aires. Pero no, así no fue🤔

Y cómo había mucha gente, decidimos ir a remojarnos a otro sitio.

Vimos que los hoteles están interconectados entre sí, de tal manera que puedes caminar cientos de metros sencillamente pasando de un hotel a otro, por bellísimas pasarelas, subiendo y bajando, encontrando piscinas, confiterías e increíbles calas para remojarse en tu camino.

Así, llegamos a nuestra primera cala de piedra. Nadie en el lugar, agua totalmente cristalina y cálida. Aún a las 18/19/20 horas.

Al día siguiente, fuimos a esta, que estaba a la altura del hotel Barceló. De nuevo, las playas/calas son públicas, cualquiera puede acceder. Al menos estas en las que estuvimos:

Y a la noche, nos fuimos de raje a la primera cala, nuevamente. Así se veía a las 20 horas

Finalmente, nos metimos en esta otra cala, más salvaje pero igual de bella, agua caliente, muy profunda, llena de peces:

Pues bien, fue así como empezamos a disfrutar como locos de estas calas de piedra, ingresando casi siempre sin calzado, agua cálida y cristalina, a veces con olas, pero que no te revolean, casi nada de corriente, al menos estas.

Finalmente, que decirles, nos enamoramos de estas calas de piedra, sin un solo gramo de arena. Estamos felices con este lugar, y sin duda lo pondremos en nuestra lista de pendientes, junto con Cerdeña, para seguir recorriéndolos en un futuro no tan próximo. O tal vez, sí.

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